Época: África
Inicio: Año 3000 A. C.
Fin: Año 700

Antecedente:
África subsahariana



Comentario

Procedente de la misma Edad de Piedra, con la tradición cultural wiltoniense cuyos legatarios son los Hadza y los Sandowé, cazadores y recolectores de la sabana, aparecerá, avanzado ya el conocimiento del hierro, una población bantuparlante de agricultores, cuyas tradiciones conservan el recuerdo de ciertos hombres pequeños que en el pasado vivían en el monte bajo y en el mismo bosque.
Coetáneamente, culturas prehistóricas lacustres que se han manifestado en las orillas del lago Victoria acaban absorbidas por bantuparlantes que asumen de las mismas desde técnicas de pesca a cultos religiosos, como por ejemplo el que se rendía a Mugasa, dios del lago y señor de la tempestad.

A la vez que el África oriental acusa la presencia de gentes bantuparlantes, cabe hablar de otras zonas de Uganda septentrional, Kenya y norte de Tanzania, que vienen conociendo una población de gentes que se expresan en lenguas kuchitas y nilóticas, asentadas en el país, incluso antes de la llegada del hierro, mientras que en la costa, independientemente de la evolución de las culturas del interior, se conocen, ya desde el siglo VII a.C., diversas transacciones ultramarinas que preludian cambios culturales, lo que da lugar a pensar que, con el tiempo, los pobladores protohistóricos kuchitaparlantes habrán de ser absorbidos por bantuparlantes, entre los que la economía pesquera ha alcanzado particular auge.

De esta forma, se vislumbra ya un cierto tráfago comercial a través del Indico, aprovechando las corrientes monzónicas, espoleado por la necesidad que tienen los Ptolomeos egipcios de mercancías que, como el marfil índico, no podían conseguirse por vía terrestre, al haber quedado monopolizadas por los Seléucidas las rutas caravaneras. Con este tráfico, alcanzará particular relieve todo el litoral africano del mar Rojo. Se fortifica así, bajo Ptolomeo Filadelfo, el puerto de Ptolomais, donde se recibían la mayor parte de los productos eborarios llegados de la India. Ya en el siglo II a.C. la isla de Sokotora aparece poblada por traficantes de diversa extracción, entre los que hay incluso cretenses.

Por entonces, el comercio de Egipto con el subcontinente indio y el Asia del sudoeste (que pasarán a ser las Indias, que a partir del siglo XIV promueven el interés de la Europa medieval) solía ser indirecto, al imponer diversos comerciantes de la Arabia del sudoeste su intermediación con el natural lucro. Desde el mismo siglo I a.C., los árabes habían establecido enclaves en la costa africana al sur del cabo Guardafui, con vistas a comerciar con marfil y especias (cinamono, etc.). Ya entonces el marfil se expendía desde Adulis a la vez que de otros puntos de la costa oriental africana, que habremos de mencionar más adelante, donde surgen ciudades-mercado, dependientes de los árabes de Himyar, que propician la emergencia de una población híbrida que orientará su vida al tráfico mercantil.

Esta región será nombrada Azania por los geógrafos romanos tardíos, y se situarán en ella emporios como Serapion, Nikon y la isla de Menouthias -posiblemente Pemba-, y más al sur, Raptha, último baluarte del África oriental que pudieron conocer los romanos. A raíz de la crisis del Imperio, de los siglos III a V, conocerá ciertas vicisitudes, más tras la descendencia himyarita en el sudoeste de Arabia, en beneficio de los axumitas de Adulis, que llevan el marfil del Nilo al Mediterráneo y a los lugares más insólitos, tras el control Sasánida del Índico, que propicia a su vez emigraciones de su población -Shirazi- al África oriental.

Ya al clausurarse el siglo VIl se ha restablecido el tráfico transíndico a base de marfil, aceite de copra y otros productos, amén de la trata esclavista, afianzando contactos que como veremos se mantendrán más al sur siglos después, con los monarcas de Monomotapa y los régulos de Zimbabwe.